Cómo saber si sientes ansiedad o vives atrapada en ella
- Catalina Rey Martinez

- 17 jun
- 4 Min. de lectura

Desde una perspectiva neurobiológica, la ansiedad no es una enfermedad. Es una respuesta natural del cuerpo que nos ayuda a adaptarnos frente a una posible amenaza. Su objetivo es claro: advertirnos que hay peligro y activar nuestros recursos para protegernos, ya sea huyendo o enfrentando la situación.
El problema surge cuando esta respuesta, que debería ser puntual, se queda encendida todo el tiempo. Cuando tu cuerpo y tu mente viven en un estado constante de alerta, incluso cuando no hay un peligro real. Allí es donde pasamos de sentir ansiedad de forma funcional a vivir atrapadas en ella.
Desde la psicología holística, aprender a distinguir estos estados es el primer paso para sanar, recuperar el equilibrio y reconectar contigo misma.
¿Qué es la ansiedad y por qué no es tu enemiga?
La ansiedad es una emoción universal. Aparece cuando tu sistema nervioso percibe una posible amenaza. En ese momento, se activan una serie de respuestas fisiológicas —como el aumento de la frecuencia cardíaca, tensión muscular o respiración acelerada— que preparan tu cuerpo para la acción.
En dosis adecuadas, la ansiedad te ayuda a estar atenta, a tomar decisiones y a adaptarte a situaciones nuevas.
Pero cuando esa activación se vuelve crónica, afecta tu descanso, tu bienestar emocional, tus relaciones… y se convierte en un patrón de vida.
La ansiedad no es el enemigo. Es una señal. El verdadero desafío es aprender a escucharla sin quedarte atrapada en ella.
Señales de que estás sintiendo ansiedad (y no estás atrapada)
Estás sintiendo ansiedad de forma funcional cuando:
Se activa en momentos concretos: una entrevista, un cambio, una situación desafiante.
Puedes identificar el origen de esa sensación.
La intensidad disminuye una vez pasa el evento.
No interfiere de forma permanente en tu vida cotidiana.
Puedes regularla con estrategias que te hacen bien (respiración, movimiento, hablarlo, descansar).
Este tipo de ansiedad es parte de la vida. Nos mantiene despiertas, sensibles y preparadas.
Señales de que estás viviendo atrapada en la ansiedad
Cuando la ansiedad se vuelve el filtro desde el que percibes el mundo, probablemente estás viviendo desde ella:
Tienes una sensación constante de inquietud, sin causa clara.
Tu cuerpo está en tensión casi todo el día.
Te cuesta dormir o descansar, incluso cuando estás cansada.
Vives en modo “¿y si…?”, anticipando lo peor.
Tus pensamientos se sienten acelerados, repetitivos o difíciles de frenar.
Sientes opresión en el pecho, nudo en la garganta o dolores musculares frecuentes.
Hay una necesidad urgente de controlar todo.
Te desconectas del presente y vives “en la cabeza”.
Este estado no solo agota emocionalmente, sino que impacta a nivel físico y energético. El sistema nervioso entra en un ciclo de activación que no encuentra salida, generando un desgaste profundo.
¿Por qué tantas mujeres viven así sin notarlo?
Porque la ansiedad también se disfraza.
Muchas veces se camufla como productividad, autoexigencia, perfeccionismo o exceso de responsabilidad. Vivimos en una cultura que premia el hacer constante, y muchas mujeres hemos aprendido a desconectarnos de nuestras necesidades para estar disponibles para todo y para todos.
Desde mi experiencia como terapeuta holística, he visto cómo este patrón se instala de forma silenciosa… hasta que el cuerpo y el alma dicen basta.
El enfoque holístico para sanar la ansiedad
Desde la psicología holística, entendemos que la ansiedad no es solo un síntoma mental: es una experiencia del cuerpo, de la emoción, de la historia, del estilo de vida… y del alma.
Sanar implica acompañar todas esas capas:
1. Regresar al cuerpo
El primer paso es volver a sentirte. La ansiedad te lleva a vivir en la mente; necesitamos bajar al cuerpo. Respiración consciente, movimiento suave, caminar descalza, estiramientos… todo lo que te conecte con el presente.
2. Reconocer lo que hay debajo
La ansiedad muchas veces es una emoción secundaria. Esconde miedo, tristeza, enojo, abandono. Necesitamos escuchar qué parte de ti está pidiendo atención.
3. Revisar tu diálogo interno
¿Cuántas veces al día te hablas con dureza o con juicio? Transformar tu forma de hablarte cambia tu sistema nervioso y crea seguridad interna.
4. Soltar el control como mecanismo de defensa
La ansiedad se alimenta del miedo a lo que no puedes controlar. El proceso terapéutico te enseña a vivir con más flexibilidad, aceptación y confianza en tus recursos internos.
5. Acompañar la historia emocional
En muchas ocasiones, la ansiedad tiene raíces en experiencias pasadas no procesadas: infancia, vínculos, heridas de rechazo o abandono. Sanar desde la raíz te libera del patrón, no solo del síntoma.
No eres tu ansiedad. Hay una versión de ti más libre y presente
Tal vez llevas años sintiéndote así, y piensas que “así eres”. Pero tú no eres tu ansiedad. La ansiedad es un estado, no una identidad. Es una parte de ti que aprendió a sobrevivir, pero no tiene que dirigir tu vida.
Con acompañamiento, puedes recuperar tu capacidad de pausa, tu confianza, tu calma. Puedes aprender a sentir sin colapsar, a habitar tu cuerpo con amor, a vivir con más ligereza.
¿Te gustaría comenzar ese camino?
✨ Te invito a agendar una consulta de cortesía donde podamos explorar juntas el origen de tu ansiedad y descubrir cómo acompañarte desde la raíz, con herramientas de psicología, cuerpo y alma.






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